Lo sé, soy muy cansino. Hay unas cuantas ideas que nombro continuamente en las entradas que escribo. No es una cuestión de falta de originalidad, sino de darles la importancia que merecen. A pesar de ser temas recurrentes me parece buena idea hacer una recopilación de algunas de ellas, a modo de lista de consejos que te puedan hacer la vida más fácil. ¿Por qué? Pues porque al tenerlas a mano te pueden solucionar dudas, hacerte más eficiente y simplificar un poco.
1. Escucha a tu cuerpo
Probablemente sea lo que más repito. Es que es muy importante. No debes escucharlo cuando te pide azúcar si eres adicto/a, igual que ocurre con cualquier otra adicción. Especifico esto porque la adicción al azúcar es tan frecuente que no nos damos cuenta de que la padecemos. Comer pan durante las comidas es un reflejo de esta adicción.
También debes escucharlo cuando toque hacer ejercicio. Si sientes un cansancio mayor de lo habitual o no eres capaz de terminar tu sesión, descansa.
Igualmente, desconecta del Facebook y de la televisión por la noche y no te des razones para seguir despierto cuando tu cuerpo quiere descansar.
2. Fíjate en los animales... salvajes. Y en los niños.
Tanto los animales que viven en libertad como los niños tienen algo en común: no están supeditados a las normas que como sociedad hemos creado para nosotros mismos. Es por ello que comen con hambre, beben con sed, juegan con ganas y tienen curiosidad. Como adultos hemos aprendido que hay que comer a ciertas horas, beber 2 litros de agua al día, no debemos jugar y si tenemos curiosidad la hay que satisfacer en la medida que sea productivo hacerlo.
Todos estos y otros mecanismos los tenemos porque la naturaleza nos los ha dado. Si aprendemos a sintonizar nuestro cuerpo fuera de las adicciones, según la idea anterior de escucharnos, conseguiremos estar en armonía con nosotros mismos, el entorno y los recursos. De buenas a primeras serás incapaz de dejar de comer cada 3 horas o de entender el mecanismo de la sed, pero si te das tiempo, valdrá la pena.
3. Atiende a la opción más restrictiva
Aunque suena duro, tiene su lógica. Cuando se nos presenta una duda de qué elegir o qué determinación tomar, optar por lo más restrictivo suele ser lo mejor. Es el caso de la habitual pregunta: "¿Es [poner alimento aquí] paleolítico?". Si no sabemos la respuesta, es mejor respondernos que no. Esto lo aprendí en mis tiempos de atención al cliente: cuando no estaba claro si a un cliente se le iba a cobrar algo o no, siempre le decía que sí y evitaba problemas posteriores.
4. Cuidado con las adicciones
Ya lo comentaba más arriba, con lo de los animales y los niños, y lo de escuchar al cuerpo. Creemos que las únicas adicciones son el tabaco, el juego, las drogas y el alcohol. No es así. Todos tenemos varias adicciones, aunque no nos demos cuenta. Puede que algunas sean sanas, aunque por definición no es el caso.
Comentaba antes la adicción al azúcar, pero también puede que seamos adictos a la sal. No es que la sal sea perjudicial, pero la adicción sí lo es. Podemos ser adictos a internet (me incluyo), al café, a las juergas de fin de semana (¿qué hay de aquellas personas que salen de fiesta como una rutina más?), a una serie o programa de televisión, a bebidas o alimentos concretos y a muchas otras cosas.
Hay que separar la adicción del disfrute. Tener una predilección por una actividad o alimento es positivo si eso te hace disfrutar, pero aprende a identificar qué te ata y libérate porque al final vale la pena.
5. Estrés y ejercicio
Suelen ir de la mano. El ejercicio es bueno porque estresa al cuerpo, hace que vaya un paso más lejos. Los beneficios de la actividad física se basan en ello. Pero lo más importante es el descanso. Si entrenas pero no descansas, es peor. El cuerpo necesita recuperarse. Es igual que cuando estudias una lección y necesitas asimilarla. Si estudias pero no das tiempo a integrar esos conocimientos, no aprendes. A tu cuerpo le pasa igual. Es como si después del esfuerzo dijese "ha estado bien, ahora déjame que me quede con la idea y la próxima vez estaré a la altura". Y así podemos ir exigiendo un poco más, pero siempre progresivamente y dando tiempo.
Otros tipos de estrés pueden ser psicológicos o emocionales además de físicos. Incluso cosas que disfrutamos, como las aficiones, la familia o amigos, pueden estresarnos. Si tenemos responsabilidades derivadas de ello o si tenemos que hacer huecos forzados en nuestra agenda, puede acabar siendo frustrante. Si tienes hijos es normal que les debas dar una atención determinada y lo mismo si tu trabajo te demanda demasiado tiempo o atención. Al final, lo que importa, es saber desconectar en la medida de lo posible y poder entrar en un estado de tranquilidad periódico.
Ni el ejercicio ni el estrés crónico son deseables aunque en su justa medida son recomendables. La vida es cuestión de equilibrio y esto no se trata de hallarse siempre en el punto medio, sino de oscilar ligeramente en torno a él, con pequeños momentos de irse a los extremos.
En breve seguiremos con la segunda parte de estas ideas frecuentes. Mientras tanto, espero que las anteriores te hayan resultado útiles.
1. Escucha a tu cuerpo
Probablemente sea lo que más repito. Es que es muy importante. No debes escucharlo cuando te pide azúcar si eres adicto/a, igual que ocurre con cualquier otra adicción. Especifico esto porque la adicción al azúcar es tan frecuente que no nos damos cuenta de que la padecemos. Comer pan durante las comidas es un reflejo de esta adicción.
También debes escucharlo cuando toque hacer ejercicio. Si sientes un cansancio mayor de lo habitual o no eres capaz de terminar tu sesión, descansa.
Igualmente, desconecta del Facebook y de la televisión por la noche y no te des razones para seguir despierto cuando tu cuerpo quiere descansar.
2. Fíjate en los animales... salvajes. Y en los niños.
Tanto los animales que viven en libertad como los niños tienen algo en común: no están supeditados a las normas que como sociedad hemos creado para nosotros mismos. Es por ello que comen con hambre, beben con sed, juegan con ganas y tienen curiosidad. Como adultos hemos aprendido que hay que comer a ciertas horas, beber 2 litros de agua al día, no debemos jugar y si tenemos curiosidad la hay que satisfacer en la medida que sea productivo hacerlo.
Todos estos y otros mecanismos los tenemos porque la naturaleza nos los ha dado. Si aprendemos a sintonizar nuestro cuerpo fuera de las adicciones, según la idea anterior de escucharnos, conseguiremos estar en armonía con nosotros mismos, el entorno y los recursos. De buenas a primeras serás incapaz de dejar de comer cada 3 horas o de entender el mecanismo de la sed, pero si te das tiempo, valdrá la pena.
3. Atiende a la opción más restrictiva
Aunque suena duro, tiene su lógica. Cuando se nos presenta una duda de qué elegir o qué determinación tomar, optar por lo más restrictivo suele ser lo mejor. Es el caso de la habitual pregunta: "¿Es [poner alimento aquí] paleolítico?". Si no sabemos la respuesta, es mejor respondernos que no. Esto lo aprendí en mis tiempos de atención al cliente: cuando no estaba claro si a un cliente se le iba a cobrar algo o no, siempre le decía que sí y evitaba problemas posteriores.
4. Cuidado con las adicciones
Ya lo comentaba más arriba, con lo de los animales y los niños, y lo de escuchar al cuerpo. Creemos que las únicas adicciones son el tabaco, el juego, las drogas y el alcohol. No es así. Todos tenemos varias adicciones, aunque no nos demos cuenta. Puede que algunas sean sanas, aunque por definición no es el caso.
Comentaba antes la adicción al azúcar, pero también puede que seamos adictos a la sal. No es que la sal sea perjudicial, pero la adicción sí lo es. Podemos ser adictos a internet (me incluyo), al café, a las juergas de fin de semana (¿qué hay de aquellas personas que salen de fiesta como una rutina más?), a una serie o programa de televisión, a bebidas o alimentos concretos y a muchas otras cosas.
Hay que separar la adicción del disfrute. Tener una predilección por una actividad o alimento es positivo si eso te hace disfrutar, pero aprende a identificar qué te ata y libérate porque al final vale la pena.
5. Estrés y ejercicio
Suelen ir de la mano. El ejercicio es bueno porque estresa al cuerpo, hace que vaya un paso más lejos. Los beneficios de la actividad física se basan en ello. Pero lo más importante es el descanso. Si entrenas pero no descansas, es peor. El cuerpo necesita recuperarse. Es igual que cuando estudias una lección y necesitas asimilarla. Si estudias pero no das tiempo a integrar esos conocimientos, no aprendes. A tu cuerpo le pasa igual. Es como si después del esfuerzo dijese "ha estado bien, ahora déjame que me quede con la idea y la próxima vez estaré a la altura". Y así podemos ir exigiendo un poco más, pero siempre progresivamente y dando tiempo.
Otros tipos de estrés pueden ser psicológicos o emocionales además de físicos. Incluso cosas que disfrutamos, como las aficiones, la familia o amigos, pueden estresarnos. Si tenemos responsabilidades derivadas de ello o si tenemos que hacer huecos forzados en nuestra agenda, puede acabar siendo frustrante. Si tienes hijos es normal que les debas dar una atención determinada y lo mismo si tu trabajo te demanda demasiado tiempo o atención. Al final, lo que importa, es saber desconectar en la medida de lo posible y poder entrar en un estado de tranquilidad periódico.
Ni el ejercicio ni el estrés crónico son deseables aunque en su justa medida son recomendables. La vida es cuestión de equilibrio y esto no se trata de hallarse siempre en el punto medio, sino de oscilar ligeramente en torno a él, con pequeños momentos de irse a los extremos.
En breve seguiremos con la segunda parte de estas ideas frecuentes. Mientras tanto, espero que las anteriores te hayan resultado útiles.
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