domingo, 27 de octubre de 2013

Un par de ideas paleolíticas para disfrutar de Halloween



Ya quedan pocos días para la terrorífica y divertida noche de Halloween. Haciendo paleo no tenemos porqué modificar nuestras costumbres pero siempre es agradable hacer algo diferente, tomar alternativas, improvisar e intentar cosas nuevas. Ya que esta fiesta no es especialmente gastronómica, no necesitamos consejos en este sentido, pero ahí van unas cuantas ideas.

Si preparas algo en tu casa piensa que puedes acompañarlo con una pequeña actividad física. Las típicas fiestas de rock and roll y alcohol están muy bien, pero ser original suele funcionar mejor. Puedes organizar juegos como el Twister o incluso el escondite, que con los invitados vestidos de vampiros y zombies puede ser de lo más divertido. Así te mueves a un ritmo lento y también juegas. Otras alternativas son los videojuegos sociales, como los que permiten cantar. Puedes preparar una lista temática para la ocasión. Incluso te puedes atrever a recrear videos musicales, en cuyo caso no puede faltar Thriller. Lo importante es compartir el evento y disfrutar con otras personas, como manda la paleovida.

En mi pueblo (aunque cada vez menos) durante los carnavales, los niños se disfrazan de choqueiros (disfraz improvisado con ropa vieja) y van a pedir filloas por la aldea. En América, como vemos en las películas, piden caramelos en Halloween. Como adulto, seguramente no te resulte muy lógico actuar así, pero ponte del otro lado e imagínate las risas si alguien llega a tu puerta con esa facha. La idea es, por tanto, aprovechar para visitar a algún conocido llevando tu disfraz, o bien ir a hacer tus compras de esa manera. ¡Sal a la calle aprovechando la ocasión! La idea aquí es dejarse llevar, mejorar el humor, la autoestima y el bienestar general. Es cuestión de atreverse y verás que vale la pena.

Ya sé que he dicho que no es una fiesta gastronómica, pero es imprescindible rendir homenaje a la reina del evento: la calabaza. Si quieres crear tu propia calavera-calabaza, tendrás que cortar horizontalmente la parte superior, haciendo una especie de tapa. Corta sin miedo, con un cuchillo, incluso aunque parezca que estás sacando un trozo demasiado grande. Piensa que este fruto tiene una corteza gruesa y es mejor pasarse desde el principio que tener que hacer un segundo corte. A continuación, y ayudándote de nuevo con el cuchillo, saca todo el relleno de la calabaza y resérvalo. Finalmente, puedes cortar un lateral dándole forma de ojos y boca, y sólo faltará que pongas una vela encendida en el interior y tapes de nuevo si el tamaño lo permite. Con el relleno que habías sacado (y aquí llega la parte culinaria) puede que ocurran dos cosas diferentes, según la naturaleza de la calabaza que hayas elegido. La variedad más típica está rellena prácticamente de pepitas y nada más. Estas pepitas se pueden tostar al horno con sal espolvoreada por encima, a unos 120-150ºC durante 1-2h, hasta que estén bien doradas. Si además es una calabaza carnosa puedes aprovechar para preparar un puré. Es tan sencillo como hervir el relleno cortado en trozos (más bien pequeños) durante unos 20 minutos, con la cantidad de agua suficiente para cubrirlo y acabar pasándolo por la picadora en cuanto lo saquemos del fuego.

¿Tienes más ideas? ¡Deja un comentario y puede que a alguien más le sirvan!

viernes, 25 de octubre de 2013

La contaminación y su importancia en tu comida y tu cuerpo


Mundo moderno, industrialización, avances, tecnología... y contaminación. Una cosa lleva a la otra y generamos tantos residuos que muchas veces me pregunto dónde va a acabar todo.

¿Sabías que España emite una contaminación demasiado elevada? Quizás te sorprenda, pero es cierto. No podemos escapar de las ciudades porque entonces los campos se convertirían en nuevas ciudades. Tampoco podemos hacer nada por el tráfico que invade las calles y carreteras. ¿Qué hacer, entonces? Lo primero, relajarse. Lo segundo, aceptar la situación e intentar actuar de una forma coherente. Intenta evitar los ambientes altamente contaminados, colabora reduciendo tu propio consumo, acércate a los parques cuando puedas, usa la bicicleta y el transporte público, pasea, etc.

Hablemos ahora del plástico. Este material está tan extendido que no podríamos entender la vida sin él. Nuestra ropa, los envases, dispositivos electrónicos e incluso prótesis están hechos de este material. Lo recomendable es evitarlos en la medida de lo posible. Cada tipo de plástico tiene unos efectos distintos sobre el cuerpo pero la recomendación es evitar usar con alimentos aquellos que tienen los números 3, 6 y 7 en el icono de reciclaje (el de las 3 flechas formando un triángulo). Tampoco se deben calentar los plásticos de ningún tipo si se van a utilizar con comida o bebida, incluso si el fabricante dice que se puede. Y no por enfriarse vuelven a ser seguros, sino que una vez que se han sometido a un calentamiento pueden seguir desprendiendo sustancias tóxicas. En la medida de lo posible opta por el vidrio o metales seguros.

También puede que te sorprenda saber la enorme mancha de plástico que hay en el Pacífico. La grandísima cantidad de basura que generamos va a parar a muchos sitios y el océano es uno de ellos. Aunque también hay una isla similar en el Atlántico, la acumulación de basura del Pacífico tiene una superficie equivalente a casi 3 veces el tamaño de España. Esto debería hacernos pensar en todo lo que consumimos, tiramos y no reutilizamos, así como lo que luego vuelve a nosotros desde el mar.

Estos días se habla también del mar y de su pescado por otras razones: las fugas de la central eléctrica de Fukushima. Según Chris Kresser no debemos temer por ello. Y nos lo dice con estudios y datos en mano, aportando una visión científica. Su conclusión es que es peor evitar el pescado que comerlo con esos niveles de contaminación. Creo que realmente no sabemos lo que se nos viene encima, para bien o para mal. Pero también creo que hay muchas cosas que estamos comiendo o descartando simplemente porque la ciencia ha emitido unas valoraciones que considera correctas pero que nunca podremos saber con total seguridad. Al fin y al cabo, en ciencia, una teoría es válida hasta que no se demuestre lo contrario. Como humanos, es lo mejor que podemos hacer. Yo seguiré consumiendo pescado.

Podríamos citar también los piensos que se les dan a los animales de cría convencional y muchos otros elementos que entran en la cadena alimentaria. No eres lo que comes, sino lo que ha comido lo que tú comes, y así sucesivamente.

La radiación solía ser un motivo de preocupaciones varias aunque parece que últimamente la opinión está más calmada. Los hornos microondas, las señales de teléfonos móviles, el WiFi, radio, televisión. Vivimos rodeados de infinitas ondas electromagnéticas. No estoy seguro de que haya motivo para preocuparse. Aunque esas señales modernas pueden darnos miedo, el electromagnetismo ha estado siempre presente. Incluso la luz natural entra en esta clasificación y el planeta en sí tiene un magnetismo inherente. Claro que hablamos ahora de creaciones artificiales, manipuladas y con diversas intensidades, así que no está clara su inocuidad.

¿Adónde nos lleva todo esto? Considero que a dos puntos distintos.

El primer punto es el plantearnos hasta que punto necesitamos todas esas cosas que luego tiramos, que se vuelven inútiles después de uno o dos años. Consumimos tanto que no paramos de generar residuos. Envases, aparatos inútiles, gadgets que pronto se vuelven obsoletos, ropa que pasa de moda... ¿Realmente queremos eso? ¿Queremos vivir en una rueda de consumo sin fin? ¿Queremos seguir tirando basura? Piensa en la frecuencia con la que sacas la basura e imagínate los kilos de desperdicios que generas al año. Y eso es solamente en tu casa. También generas basura cuando vas a un restaurante o cafetería, a un evento, cuando coges algo para picar por la calle o un café en vaso de plástico. Es demasiado. Y lo peor es que todo eso vuelve a nosotros en forma de contaminación que nos afecta de forma directa o indirecta.

El segundo punto es la actitud. Me refiero a la paranoia. Si bien los índices de contaminación son muy elevados, debemos aceptar que es algo con lo debemos vivir. No es cuestión de resignarse, pero tampoco hay que llegar al punto de la frustración. Aquello que no podamos controlar habrá que dejarlo ir, pero es bueno tomar decisiones inteligentes, por ejemplo, con los plásticos o aceites. Recuerda que las grasas son buenas, necesarias y las queremos con nosotros, pero una grasa o aceite de mala calidad puede estar cargado con tóxicos y antibióticos (los animales almacenamos muchos residuos en el tejido graso) o incluso volverse rancio o estar parcialmente hidrogenado, siendo también dañino. Elige con cabeza y ante la duda aprende a decir que no. Por otro lado, elegir productos naturales, frescos y locales para tu mesa ayudará a reducir los efectos dañinos en tu cuerpo y en el planeta.

miércoles, 23 de octubre de 2013

¿Cuál es la mejor hora para entrenar?


A menudo me preguntan si es mejor entrenar por la mañana, por la tarde, a mediodía, por la noche o variando. La respuesta no es sencilla, se podría resumir con un "depende" o más bien "según la persona".

Se han escrito ríos de tinta sobre los horarios para hacer ejercicio. Parece que el mayor consenso está en que es mejor practicar cardio por la mañana y ejercicios de fuerza por la tarde. Esto no está totalmente respaldado y realmente no comparto esta opinión. Además es difícil de llevar a la práctica. Quizás me parece más acertado hacer ejercicios de fuerza y, a continuación, cardio. Nuevamente, no es ideal, sino otra de las múltiples opciones.

Si pensamos en un contexto ancestral, el ejercicio no era lo que hoy en día, sino que formaba parte de la rutina. El deporte era realmente fruto de la necesidad (salir a cazar, escapar de un peligro, tener que llevar una carga pesada) o algo lúdico (socialización, juegos, actividades en grupo). Eso es para lo que tu cuerpo está preparado. En nuestros días la forma de vida nos impide seguir el nivel de entonces.

A continuación daré una serie de razones basadas no tanto en la ciencia como tal, sino en datos que he recopilado a lo largo del tiempo más experiencia personal. Serán los parámetros que has de evaluar para decidir tu momento óptimo para entrenar:
-Hormonas: Como siempre, mandan más que nadie. Hay quien afirma que las hormonas se adaptan al ejercicio si mantenemos siempre el mismo horario de entrenamiento. Esto querría decir que aunque entrenemos a una hora "errónea" nuestro cuerpo se adaptaría si siempre es en el mismo momento del día. Esto contradice en cierta medida las teorías de que es necesario sorprender al cuerpo para lograr mejoras. Se sabe que los niveles de cortisol (hormona del estrés) deberían ser altos por la mañana y esto ayudaría a trabajar con cargas. Lamentablemente muchísimas personas tienen el cortisol bajo por la mañana y alto por la noche, debido a los patrones de sueño intercambiados, el uso de estimulantes como la cafeína, la mala alimentación, etc.
-Nivel de glucógeno: El glucógeno aporta energía al músculo y se quema de preferencia antes que la grasa. Según esto se suele recomendar hacer primero las sesiones de pesas (para tener más explosividad) y luego el cardio (para quemar grasa). El tema del glucógeno es bastante complicado pero me parece más interesante decidir cómo recargar ese glucógeno basándose en el entrenamiento, antes que decidir el entrenamiento según sus niveles. La razón por la cual se recomienda el cardio por la mañana es también un tema de glucógeno, ya que al estar los músculos más vacíos de éste (estando en ayunas), la quema de grasa será mayor.
-Agenda: Vivimos en un un mundo de horarios. Nos guste o no, las responsabilidades acaban primando. Nadie va a dejar su puesto de trabajo alegando que le apetece hacer unas series en el gimnasio. No. Buscar el mejor momento para entrenar requiere también ser conscientes de cuáles pueden ser los momentos correctos. La flexibilidad, por supuesto, también es importante.
-Sensaciones: Al igual que en un diario de entrenamiento se registra la sesión y cómo se ha rendido, también se suele dejar constancia de cómo se ha sentido uno. Lo mismo para la elección del horario que ahora nos ocupa. De nada sirve que saltes al gimnasio a las 6 de la mañana, antes del trabajo, si estás que no te puedes ni mover. O igual si lo haces por la tarde, después de una dura jornada. Incluso si generalmente te funciona ese horario, es mejor que no entrenes si sabes que no servirá. Esto tampoco ha de servir de excusa para saltarse una sesión (y luego otra, y otra) sino que hay que saber buscar el punto de equilibrio. Lo digo siempre, pero escucha a tu cuerpo.
-Alimentación: Relacionado con el tema del nivel de glucógeno, es importante qué, cómo y cuánto se come. Ni se debe entrenar habiendo comido 15 minutos antes, ni se debe hacer en un estado bajo de nutrición y debilidad general. Si practicas ayuno intermitente, quizás puedas entrenar sin haber comido nada para hacerlo luego. Dependerá de tu forma física, tu estado general, nivel y otros factores. He entrenado muchas veces en ayunas y me ha ido muy bien, pero tampoco lo recomiendo si uno no está seguro de lo que hace. No se puede decidir hacer algo así de la noche a la mañana.

Como ves, hay muchos parámetros que evaluar. Cada persona es un caso distinto. Lo más importante es lo de siempre: mira tu caso personal, tus posibilidades y escucha a tu cuerpo. Aprende de ti.

¿Y cuánto ejercicio? Bien, de esto ya hemos hablado, y lo mejor será que recuerdes una serie de normas sobre ello: muévete frecuentemente a un ritmo lento, levanta cosas pesadas y corre muy rápido de vez en cuando. Y aunque las mejoras que experimenta el cuerpo gracias al deporte son fruto del estrés que éste genera, no es bueno pasarse con este nivel de estrés. Así que no sobreentrenes y evita el cardio crónico (correr demasiadas horas por semana corriendo). Un estudio incluso dice que gastar hasta 3500 kCal por semana ejercitándose era beneficioso, pero por encima de esa cifra se elevaba la mortalidad.


Imagen: victortrainner.wordpress.com

miércoles, 16 de octubre de 2013

La importancia del sabor de los alimentos, su papel actual y cómo actuar



El gusto, así como el resto de los sentidos, es una herramienta de supervivencia.

Los sabores salados suelen estar relacionados con las proteínas y nos gustan debido a que la proteína es esencial para nuestra vida. Si consumes poca proteína es posible que tengas mayor apetencia por alimentos salados.

El dulce, asociado a los hidratos de carbono, se encuentra presente de forma natural sobre todo en frutas. El sabor dulce es el resultado de un acuerdo evolutivo que significa que algo es seguro para comer. No es que las plantas sean tan buenas que han decidido regalarnos ese sabor por nada, simplemente que aportando éste sabor hace que los animales cojamos los frutos y de esta manera las semillas caigan a la tierra y puedan reproducirse. Incluso si nos tragamos las semillas, ya que no se digieren, las depositamos en la tierra abonadas. Supongo que no hace falta ser más gráfico para explicarlo.

Los frutos o plantas amargas, por el contrario, suelen vincularse con toxicidad. El gusto por el café amargo es algo que podemos desarrollar con el tiempo; de forma natural nos produce rechazo.


¿Cómo hemos cambiado el sabor?

Más arriba explicaba muy brevemente ciertos tipos de sabores. Esto es más complejo e incluye varios factores adicionales, como lo sencillo que es desarrollar adicción al dulce o comer por motivos emocionales (me siento decaído/a, es una fiesta, etc.).

Conscientemente o no, todos sabemos que la sobreestimulación de los sentidos es satisfactoria. Nos gustan las películas con efectos especiales, la música bien producida y los olores intensos. Todo con mesura, por supuesto, y el gusto no es menos. No estamos comiendo a todas horas pero cuando lo hacemos queremos que deje huella en nuestras papilas gustativas.

También la industria alimentaria sabe esto. E, incluso aunque no lo supiera, las pruebas de sabor que hacen con grupos de voluntarios les van a llevar a esa conclusión. De esta manera se acaba incrementando la cantidad de sal, azúcar, glutamato monosódico u otros potenciadores de sabor. Fíjate en los ingredientes de casi cualquier cosa y verás de lo que hablo. Las cantidades de azúcar y sal presentes en muchos productos son realmente elevadas. Y ello a pesar de la alarma social que generan y que intenta reducir su uso. Si algo no tiene mucho sabor es suficiente con añadir sal o azúcar. Lo sabes porque lo has hecho muchísimas veces. Son ingredientes muy baratos y que no presentan riesgos a corto plazo. O eso parece.


¿Cuáles son las consecuencias?

Debido a la manipulación de los sabores, nuestro sentido del gusto no es ya una herramienta, sino una apología del hedonismo. Queremos una satisfacción rápida y a corto plazo. Esto me recuerda, precisamente, a la adicción al dulce, puesto que está estrechamente relacionado.

No digo que mejorar el sabor sea algo negativo, pero hay que contenerse y no caer en una espiral que nos lleve a pedir más y más.

En la actualidad es cierto que ya no necesitamos estos sensores como ayuda para saber qué comer. Si fuese así, estaríamos perdidos, debido a lo atrofiados que los tenemos. Ahora nos basta con observar bien, valorar el olor de un alimento y ver su fecha de caducidad. Esto es gracias a que tenemos una especie de base de datos propia en la que almacenamos qué productos son comestibles y cuales no. Así lo hemos aprendido desde pequeños. Pero imagínate que te sueltan en la selva. Tendrías que valerte, entre otros, de tu gusto para saber qué comer y qué no.


¿Cómo usamos nuestro gusto en la actualidad?

Debido a la desnaturalización de este sentido, ya no lo podemos considerar como algo útil, sino únicamente como una fuente de placer (y puede seguir siéndolo, pero no es necesario esta presión que ejercemos sobre él).

Usamos nuestro gusto para valorar un alimento. Esto no parece negativo, pero si nos fijamos más detenidamente, nos damos cuenta de que este "pirateo" de nuestro sistema nos lleva a emitir ciertos juicios cuestionables. Si has visto alguna vez MasterChef, te darás cuenta de que lo más importante es el sabor, sabor, ¡sabor! Estamos de acuerdo, pero sin pasarse. El juego que desarrollamos con las recetas nos lleva a que muchas veces se comprometa la calidad para priorizar las sensaciones gustativas.

No sólo MasterChef promueve esto, sino todos y cada uno de nosotros. Valoramos la calidad de un alimento según su sabor. Así, elegimos los productos de marca blanca si nos gusta como saben y, si no, optamos por la marca estándar ya que la primera no es buena (y nótese que decimos que "es", no "está"; estamos asumiendo que es un criterio de calidad, no de sabor). Un filete a la plancha cambia totalmente de sabor si le añadimos sal. Así, diríamos que el salado está más bueno y le atribuiríamos una calidad superior, ¿verdad?

En un restaurante ocurre lo mismo. Si un plato tiene un sabor suave, generalmente no nos parecerá tan apetecible, y pensaremos que tiene poca calidad o no se han esmerado en hacerlo. Imagínate el típico comentario de "comí en aquel sitio y está fatal, la comida no sabía a nada". Este comentario va a ser siempre independiente de la calidad real de sus productos. Cierto es que las fuentes naturales tienden a ser más sabrosas, pero esto no lo detectan los paladares que sufren el exceso de los potenciadores de sabor.

Lo que más me sorprende es la creación de productos como los caramelos. Un caramelo no es más que azúcar con sabor. ¡Un producto que es únicamente un potenciador del sabor en sí mismo! Aunque sean caprichos para darse puntualmente, no deja de ser llamativo y el más claro ejemplo de cómo abusamos de este sentido.

Hemos llegado a un punto en el que el gusto no tiene función de herramienta. Ya solamente podemos fiarnos (y no siempre) de que nos va a ayudar para evaluar fuentes naturales no procesadas. De esta forma sabremos que un trozo de carne con buen sabor será un bocado sano, pero no podemos confiar de la misma manera en algo que ha sido previamente tratado.


¿Se puede retroceder?

Sí, como en el caso de la adicción al azúcar, podemos recalibrar nuestro gusto para volver a apreciar alimentos carentes de sobreestimulantes del sabor. Es cuestión de reducirlos completamente o bien hacerlo de manera progresiva. Personalmente, recomiendo lo primero. Después de una semana seremos capaces de apreciar los sabores mucho mejor. Y también nos daremos cuenta de que, efectivamente, los productos envasados que comemos tienen más aditivos de los que deberían.

Esta sobreestimulación que estamos viviendo es muy similar a lo que nos ocurre en la vista con la luz intensa. Si estás en una habitación con mucha luz y luego vas a otra en penumbra, te parecerá que la segunda está totalmente a oscuras. Poco a poco te acostumbrarás e incluso considerarás normal la cantidad de luz que allí hay. Lo mismo nos está ocurriendo con los sabores. Vivimos con un exceso de "iluminación" en nuestras papilas gustativas y necesitamos mantenerla para poder seguir percibiendo esos "colores", esos sabores. Deberíamos pasar a un estado más saludable de penumbra, que no cargue tanto nuestros sensores y, al final, nos haga más felices.

Si yo puedo, tú puedes. Mi gusto, así como mi olfato, nunca han sido muy buenos. Sin embargo, al desengancharme de la espiral de abuso de sabores, aunque siga sin ser buen catador puedo notar los sabores con mayor facilidad. Esta es una forma de reducir, además, el uso de productos envasados que incluyen muchos otros aditivos que no son en absoluto buenos para nuestra salud.

domingo, 13 de octubre de 2013

Recopilación final de las reglas "primal"


Hemos revisado las 10 reglas que propone Mark Sisson, tanto en su blog, como en su libro. Ya que éste no ha sido publicado aún en español, espero que el autor no se sienta molesto de que este humilde blog haya hecho el resumen. Por supuesto, si tienes curiosidad, te recomiendo encarecidamente el libro en cuestión y que visites su blog con frecuencia. Mark hace una aproximación real al estilo de vida paleolítico, integrándolo con la vida moderna de manera inteligente y fácil de seguir. Lamentablemente, toda la información está en inglés.

Veamos ahora el resumen de estas reglas que ya hemos tratado anteriormente.

Regla 1: Come un montón de animales y plantas
Come comida de verdad, como la naturaleza (y no las fábricas) la proporciona. Busca las vitaminas y todos los nutrientes que tu cuerpo necesita. La base de una dieta paleolítica o "primal" en este caso es la carne, huevos, lácteos... y por otro lado las frutas y verduras, añadiendo grasas de calidad de ambas fuentes y terminando con algunos frutos secos con menor frecuencia.

Regla 2: Evita cosas venenosas
No consumas cereales (tienen compuestos dañinos que usan para protegerse a sí mismos), legumbres ni productos sintéticos. Huye, por tanto, de los conservantes y otros químicos, prescinde lo que puedas de las medicinas y no te expongas a entornos tóxicos (física y psicológicamente hablando).

Regla 3: Muévete frecuentemente a un ritmo lento
En lugar de hacer ejercicio cardiovascular sin mesura, camina más, pero tranquilamente. No te pases mucho tiempo parado/a y sigue patrones de movimiento naturales, sencillos, como parte de una rutina. No sobreentrenes. Levántate de tu escritorio habitualmente.

Regla 4: Levanta cosas pesadas
No tengas miedo de cargar peso; simplemente hazlo con seguridad. Los músculos son parte de tu cuerpo, debes utilizarlos para que funcionen. Te puedes sorprender de hasta donde puedes llegar. No huyas de las situaciones en las que tienes que mover cargas e incluso improvísalas cuando puedas.

Regla 5Corre muy rápido de vez en cuando
Las pequeñas carreras a muy alta velocidad te darán un pequeño empujón físico y hormonal que ayudará a tu salud y rendimiento general. Son muy positivas si no se hacen con mucha frecuencia y recrean el mecanismo de "lucha o huida" de forma más natural de lo que suele ocurrir hoy en día.

Regla 6Duerme correctamente
Apunta a dormir 8 horas diarias, pero escucha a tu cuerpo y lo que necesita.  Olvídate de la tecnología y la luz artificial bastante antes de irte a la cama. Intenta seguir los ritmos solares y levántate sin alarma en la medida de lo posible. No te frustres si alguna noche no puedes dormir y disfrútalo de alguna otra manera (lee, baila, medita...).

Regla 7: Juega
Libera a ese niño interior que nunca debiste encerrar. Suéltate, sal a correr de forma inesperada, improvisa un partido en el parque (o en el salón de tu casa), baila como si nadie te estuviese mirando (mi favorito). Socializa y compite de forma sana.

Regla 8: Obtén luz solar
El sol debería estar mucho más presente en nuestras vidas y nos espera fuera de las cuatro paredes de siempre. Entre sus muchos beneficios nos ayuda a sintetizar vitamina D y mejora el humor. El sol no es sólo para el verano.

Regla 9: Evita los errores estúpidos
Cuidado con donde pisas. No des por hecho que algo es seguro. Mantente hipervigilante sin llegar a extremos de estrés.

Regla 10: Usa tu cerebro
Piensa, ejercita tus neuronas y prescinde de ayudas externas de vez en cuando. Come alimentos que favorezcan al más inteligente de tus órganos, como aquellos que tienen niveles elevados de omega-3.

El de la foto que encabeza esta entrada es Mark con 58 años, así que parece que sus normas funcionan. Nuevamente, si te interesa todo esto, te recomiendo su libro. Lo tienes a la venta en Amazon (The Primal Blueprint: Reprogramme your genes for effortless weight loss, vibrant health and boundless energy) para descarga digital. Algún día saldrá la edición en español pero mientras tanto puedes disfrutar de la original.




Imagen: marksdailyapple.com

viernes, 11 de octubre de 2013

Regla 10. Usa tu cerebro.


Esta es ya la última de las 10 reglas. En esta ocasión no es una recomendación física, sino para que uses tu cabeza.

El cerebro es un gran desconocido, no solo para la persona media, sino también para la ciencia. Es objeto de estudio de psicólogos, psiquiatras, neurólogos... y aún así no sabemos tanto de él como nos gustaría. Esto tiene su lógica por varias razones, como que es difícil usar nuestro cerebro para entender cómo funciona nuestro cerebro (redundancia intencionada) y que además es un órgano extremadamente sensible.

Sabemos que como especie tenemos un cerebro privilegiado, capaz de innumerables cosas, de proezas. Y muchas veces no sabemos aprovecharlo. Así como nuestros músculos necesitan estímulos para mantenerse o crecer, también tenemos que utilizar nuestras capacidades mentales. Esto atiende a un principio evolutivo: use it or lose it (úsalo o piérdelo). ¿Alguien quiere acabar con sus facultades mermadas? Si mantienes tu mente en uso te puede durar muchos años.

Usar el cerebro es también una forma de agradecer a la naturaleza que nos haya dado semejante herramienta. Es algo que debemos hacer.

Las calculadoras, hojas de cálculo (soy fan) y cualquier cosa que nos alivie de hacer un proceso mental no tiene por qué ser malo. Es también una herramienta que se debe usar con moderación. Si tienes que multiplicar dos números y no te acuerdas de la tabla del 7, suma si hace falta; puedes hacerlo.

Da rienda suelta a tu curiosidad, aprende algo, lee cosas interesantes. Que tanto tu hemisferio derecho como el izquierdo trabajen. Estudia, siente, investiga, emociónate, comunícate.

¿Y qué ocurre si tienes un trabajo que exige un alto esfuerzo mental? Bien, simplemente adáptate a esa circunstancia. Si te pasas el día calculando, por ejemplo, busca un rato esporádicamente para leer u otras actividades. Probablemente tendrás una capacidad de cálculo muy buena, basada en la práctica, pero esa es una de las múltiples tareas que tu cabeza puede llevar a cabo.

¿Sabías una cosa? A pesar de que tenemos un cerebro de gran tamaño, en realidad es menor que antes de la agricultura y la introducción de los cereales. Esta dieta artificial nos ha llevado, entre otras cosas, a olvidarnos de los importantísimos omega-3 y sus funciones para el cerebro. La alimentación paleolítica es más acorde con un cerebro sano, longevo y eficaz. Así que también es importante comer bien para que la cabeza funcione como debe.

Y por último, unos consejos: intenta prever antes de que algo ocurra, soluciona los problemas con creatividad y no te ofusques si algo no sale como querías. Repite el bucle las veces que haga falta. Dale descanso a tu cerebro durmiendo correctamente y úsalo para evitar errores estúpidos.


miércoles, 9 de octubre de 2013

Regla 9. Evita los errores estúpidos.


¿Qué tal si seguimos con la novena de las 10 reglas?

Aunque esta es de sentido común, no está de más hablar un poco de ella. Se trata, como dice el título, de evitar los errores estúpidos.

"¡Qué tontería! ¡Claro que hay que evitar los errores estúpidos!" Cierto, todos pensamos igual. Pero estoy seguro de que has cruzado la calle sin mirar bien, sólo porque no oías que viniese ningún coche, ¡pero apareció una bicicleta! A mí mismo me ha pasado, y eso que pedaleo a menudo. La costumbre nos ha enseñado que no es seguro cruzar si viene un coche y esto lo hemos asociado al ruido que lo acompaña.

Aunque no hay que vivir en un estado de estrés continuo, sí que es necesaria una vigilancia permanente. Al menos según las circunstancias. Si estás en tu casa y quieres relajarte un rato en el sofá mientras lees un libro, no hay problema. Pero no intentes hacer lo mismo en un entorno que puede cambiar de repente. Claro que puede quemarse tu casa, pero esto es tan poco probable que no entraría en la categoría de "error estúpido" sino más bien de faena del destino o, en dicho en plata, "putada".

Vivimos en un mundo donde acolchamos los parques, ponemos cinturones de seguridad e instalamos suelos antideslizantes. Aunque todas ellas son buenas ideas, y tienen su fundamento, al final nos hacen relajarnos en exceso ante posibles problemas. Si sabes o esperas que un suelo no vaya a resbalar, te permitirás incluso correr. Pero puede que te deslices y acabes con una lesión. Suena ridículo, pero sí que entra en la categoría de "error estúpido". Es algo que nos puede suceder con frecuencia y por eso existen los letreros de "limpieza en progreso". Y seguro que te has llevado más de un resbalón por motivos similares.

Esas noticias tontas que vemos en las secciones de sucesos y de las que nos reímos, realmente podrían ocurrirnos a nosotros. ¿O es que nunca has abierto una lata y luego usado tus dedos para levantar la tapa? Seguro que como aquel grupo de Facebook, también has "arriesgado tu vida chupando el cuchillo de la nocilla" (esto es algo que ya no te tiene que pasar si eres paleo, ¡qué suerte!).

Sin querer cometemos varios errores estúpidos al día aunque rara vez ocurre algo. Nuestros sentidos y estado físico nos ayudan a enfrentarnos a posibles consecuencias, pero cuanto menos tentemos al destino, mejor.

¿No te crees que metamos la pata con tanta frecuencia? Pues fíjate en tus comportamientos y lo verás. Te lo pongo más fácil con algunos ejemplos:
- "Eso que está sobre el armario lo cojo con una mano, y con la otra sujeto aquello y con el pie aguanto la puerta y ya está".
- "Yo creo que el caldo hierve así que ya está listo. Voy a probar si está bien de sal".
- "Uy, este cable es un poco corto y no llega bien. Lo cruzo con el del ordenador y el de la tele y aunque quede un poco tirante es un momentito de nada. Además no me voy a tropezar porque sé que está ahí".
Y al final acabas con un ojo morado de lo que se te ha caído en la cara desde el armario, te has quemado la boca y tu prima de Huelva se ha roto los dientes por culpa de ese cable.

Caso personal: en mis años de fumador hacía honor al vicio incluso en bicicleta. Sí, se llama arte... Una vez encendí un cigarrillo mientras pedaleaba pero apareció un coche, choqué, me caí y más tarde acabé con un cabestrillo durante 2 semanas. Lo mejor de todo es que el coche estaba aparcado. Error estúpido en toda regla. Y con consecuencias.

¿Alguien quiere compartir algún tropezón?