sábado, 2 de marzo de 2013

Ayuno intermitente (I)

Ayuno es una palabra prohibida en cualquier dieta e incluso en el ámbito médico. Pensar en ayunar nos trae a la cabeza una gran sensación de hambre y lo relacionamos con prohibiciones. A pesar de ello, muchas veces nos embarcamos en supuestas "dietas" que no son más que una restricción calórica y dejamos de comer durante un plazo determinado. Como en cualquier película, ni los buenos son tan buenos, ni viceversa con los malos.

Pensemos en nuestro amigo el hombre de las cavernas. Muy probablemente habría de enfrentar períodos de hambre y practicaría el ayuno obligado por las circunstancias. Este argumento no es suficiente para determinar que el ayuno sea bueno, pero sí que nos hace pensar que al menos no es malo para nosotros, dentro de unos límites.

También nos encontramos con que a muchísimas personas les cuesta desayunar. No es mi caso, que podría comer todo lo de un día a la hora del desayuno, que todo es empezar. Pero si hay tanta gente con este problema, algo ha de haber detrás.

La recomendación de comer cinco veces al día se fundamenta en que es más fácil controlar el hambre y también en que de esta forma mantenemos los niveles de insulina estables. Ya sabemos que con una dieta paleolítica no es problemático mantenerlos. Por otro lado, al someternos a periodos de ayuno, el nivel de insulina será muy bajo, con lo que eso nos permitirá, a su vez, movilizar y quemar la grasa que tenemos almacenada, algo que es imposible si comemos continuamente. Recordemos que la insulina impide la quema de grasa.

Poco a poco la opinión médica empieza a cambiar al respecto del ayuno. Si bien aún no se considera una recomendación para el público en general, sí que se están empezando a aceptar los beneficios que ofrece un ayuno intermitente. Puede que el principal de ellos sea que promueve la autofagia (literalmente, comerse a uno mismo). Simplificando, consiste en que las células del cuerpo, ante la restricción puntual de nutrientes, tienen que apañárselas para sobrevivir y seguir ejecutando ciertas funciones. De esta manera se prioriza la reparación de células dañadas sobre la creación de otras nuevas. Algo tan sencillo como esto puede tener importantes implicaciones en un proceso cancerígeno. Cuando el cuerpo detecta que esas células cancerígenas tienen un problema, en un estado de autofagia, las "corrige" en lugar de simplemente duplicarlas, como haría normalmente bajo un exceso de nutrientes y energía. La autofagia es un proceso de reciclaje que ayuda a limpiar el organismo. La cantidad de beneficios añadidos es muy elevada, ya que es un proceso natural. Es la parte que equilibra la balanza entre anabolismo y catabolismo o creación y destrucción de tejidos. En el mundo moderno suele estar inclinada en exceso sobre la parte anabólica (creación de tejidos) pero ambas son necesarias. Es bueno resaltar que la autofagia, por su naturaleza, también permite degradar organismos infecciosos intracelulares y, por si esto fuera poco, permite mantenernos jóvenes por más tiempo, ya que la acumulación de células dañadas es lo que provoca el envejecimiento.

Dejando a un lado la autofagia, el ayuno intermitente es también una fuente de beneficios por sí mismo. Aunque es necesaria una fase de adaptación (o más bien de "desadaptación" de nuestras costumbres), tras ella mejoran las funciones cognitivas, la pérdida de grasa, la esperanza de vida y la estabilización hormonal. Hay otra ventaja añadida, que es el hecho de liberarse de la esclavitud que suponen las comidas programadas y el estrés que puede provocar tener que saltarse una comida. Y puede parecer increíble, pero también permite ganar músculo. Siempre se dice que "se crece cuando se descansa" y lo mismo ocurre con la alimentación.

Hay varias formas de practicar el ayuno intermitente. Mañana contaré algunas.

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