domingo, 10 de febrero de 2013

La maldición de la insulina

Para entender una de las razones por las que la dieta paleolítica es beneficiosa, es necesario comprender cómo funciona la insulina. Lo explicaré de una forma simplificada.

La insulina es una hormona producida en el páncreas y que activa el modo "guardar" en nuestro organismo, contrario al modo "gastar". En términos científicos estas operaciones serían "anabolismo" y "catabolismo", respectivamente. Esta es una de las razones por las que los deportistas suelen intentar tener la insulina ligeramente elevada, porque así incrementan la masa muscular. La principal función de esta hormona es deshacerse de los niveles elevados de azúcar en sangre. Lo hace llevándolo al hígado y los músculos, principalmente, puesto que estos son sus almacenes. El azúcar del hígado (o glucógeno hepático) lo podemos considerar como un almacén que puede liberar esta sustancia progresivamente. El de los músculos (glucógeno muscular) sólo se puede utilizar en el músculo en el que se encuentra y es el responsable de que estos rindan apropiadamente. Para recuperar este rendimiento es necesario reponer la reserva de glucógeno muscular, por ejemplo, después de entrenar. Si sigue habiendo una alta cantidad de azúcar en sangre pero los depósitos de glucógeno están saturados y en ese momento no hay demanda de azúcar en otros órganos, ¿qué ocurre? El cuerpo necesita hacer algo con ese azúcar. No lo puede hacer desaparecer. Gracias a la insulina el exceso de azúcar se almacena... convertido... ¡en grasa! Sí: grasa. Procedente del azúcar, pero grasa. Este es un mecanismo de supervivencia, en realidad, que permitía que en épocas de hambre se pudiese utilizar la energía del azúcar consumido días o meses antes. Entre el hígado y los músculos no se alcanzan los 400g de glucógeno. Sin embargo las dietas occidentales sugieren consumir más de 400g de hidratos de carbono al día, que representan 1200kCal. Conclusión: lento y progresivo almacenamiento de grasa.

No sólo el azúcar se moviliza por la acción insulínica, sino también otros nutrientes. Gracias a la acción de la hormona, se consiguen introducir estos nutrientes en las células, que tienen unos receptores de insulina para este propósito. Dentro de los macronutrientes, los hidratos de carbono provocan una secreción mayor de insulina. Las proteínas hacen que la secreción sea menor y en el caso de la grasa la producción de insulina es casi nula. Es decir, que los alimentos ricos en azúcar hacen que aumente la cantidad de insulina en sangre y permitan la recogida y almacenamiento de las sustancias que se hallan disueltas en ella y, en última instancia, la conversión también del azúcar en grasa.

Espero que empieces a entender por qué es el azúcar, y no la grasa que ingerimos, lo que nos hace gordos. Si consumimos grasa y azúcar la reacción empeora porque también almacenaremos esas calorías extra de grasa y de ahí que siempre las hayamos maldecido, pero no son las responsables, realmente. Ya usé este ejemplo, pero es muy claro: es como decir que no le echamos gasolina al coche porque puede arder. Para que la gasolina (grasa) arda es necesario una llama (el azúcar). Si no prendemos la gasolina no explota el coche y si no nos pasamos con los carbohidratos, no hay grasa. Y aún hay más con respecto a la insulina.

Se nos ha dicho que para estar sanos y además adelgazar, comamos cereales integrales y hagamos ejercicio cardiovascular, como correr. Al consumir cereales estamos provocando una subida de insulina, con las consecuencias anteriormente descritas. Siendo integrales, su absorción es más lenta, con lo que la insulina se secreta más lentamente, permitiendo un aprovechamiento de esta energía de forma más progresiva. Suena bien, pero lo que estamos haciendo es que interfieran dos estados diferentes del cuerpo: el modo "guardar" (los cereales) frente al modo "gastar" (el ejercicio). Mientras el cuerpo esté en modo "guardar" es imposible activar el modo "gastar". Esto significa que mientras la insulina esté elevada, no podremos quemar grasa. Esta es la gran razón por la que perder peso es casi imposible. Si comemos cada 2 o 3 horas, lo que hacemos es tener los niveles de insulina más o menos estables, pero aún así, elevados. De esta manera nunca llegamos a activar el modo "gastar" que implicaría una pérdida de grasa.

Todo lo anterior, al repetirse a lo largo de los años, acaba derivando en una resistencia a la insulina o incluso en una diabetes tipo 2. Llega un momento en el que las células ya no pueden seguir en este estado anabólico por tanto tiempo y se "cierran", se hacen resistentes a la insulina porque ya no tienen posibilidad de almacenar nada más. Como sigue siendo necesaria la acción de la hormona, el páncreas segrega más insulina hasta que esta deja de ser efectiva. Tras tanto estrés sobre el páncreas este también se puede dañar.

Estas son solo algunas de las consecuencias del desequilibrio de la insulina. Por supuesto es necesaria, y no malvada. Pero se vuelve en nuestra contra cuando no permitimos que funcione de manera natural. La dieta paleolítica no tiene por qué ser baja en hidratos de carbono. Todo depende de las preferencias, objetivos y circunstancias de cada uno. Pero lo que nunca será es una dieta que desequilibre nuestras hormonas.

Esta entrada ha sido revisada por Alicia, estudiante de 5º año de Medicina por las universidades de Santiago de Compostela y Roma. ¡Gracias!

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