Bajo el sugerente título de "Se venden huevos de gallinas no estresadas", la edición digital de El País contaba, hace tan solo dos días, la realidad del panorama de la producción de productos orgánicos y ecológicos.
En Alemania se descubrieron 150 granjas que comercializaban como biológicos huevos que no lo eran. Para poner el sello de "orgánico" es necesario pasar una serie de estrictos controles y los inspectores se presentan anualmente y también de forma aleatoria. En España, hasta la fecha, no ha habido grandes deficiencias. En todo caso, lo de Alemania no quiere decir que las condiciones hayan sido nefastas, pero sí que no cumplían con los requisitos para considerar el producto como orgánico.
La Unión Europea prevé hacer cambios en el reglamento al respecto de estas certificaciones para simplificarlo y armonizar los controles. En cada país puede haber variaciones. Actualmente estos controles los llevan a cabo organismos certificadores privados.
Recordemos que los productos orgánicos no tienen por qué ser más nutritivos, pero sí más naturales, con muchos menos productos químicos (únicamente los imprescindibles). Falsear la identificación de productos convencionales vendiéndolos como orgánicos implica pagar un precio mayor por algo que no lo merece. La producción orgánica implica que las cantidades obtenidas sean ligeramente inferiores a la convencional y también por este motivo el coste es mayor.
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