Desde hoy puedo decir que soy un poco más paleolítico y también un poco más londinense. La razón es que me he comprado una bici, por fin. Hacía ya tiempo que tenía ganas, pero no me había atrevido hasta la fecha. Puede que parezca absurdo pero entre la lluvia y el tener que circular por la izquierda, no estaba muy seguro de hacerlo. Ahora que por fin lo he hecho, estoy muy contento.
El día elegido para pasar a ser un ciclista londinense fue más por causa del azar que por elección, ya que salí de trabajar antes de lo esperado. Después de hacerme con la bici aproveché para hacer unos cuantos recados, pegado a la aplicación de mapas del móvil para asegurarme de que no me iba a perder.
La experiencia, de momento, es muy positiva. Londres es una ciudad perfecta para moverse en bicicleta porque es muy llana. Además hay un montón de carriles bici e incluso en los semáforos hay espacios para pararse delante de los coches. Esto no es para tener prioridad sobre ellos, sino para que te vean y no te lleven por delante. Hay muchísimas bicis en circulación en todo momento, y gran cantidad de anclajes de metal pensados para aparcarlas.
En Galicia usaba la bicicleta todo lo que podía. Sobre todo en verano, para ir a la playa o a tomar un café, ha sido siempre una gran aliada. Me alegro de recuperar esa costumbre, ahora como algo diario.
Ya me he despedido del metro para mis traslados diarios al trabajo.
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