Estos días estoy con mi familia, de visita. Ayer mi madre me alegró el día preparando churrasco. Por ello, desde aquí quiero reivindicar ciertas tradiciones que nos llevan incluso al paleolítico.
En mi tierra hablamos el gallego con seseo y "gheada" (se lee "jeada"), que consiste en hacer todas las "g" como "j", por ejemplo "ghrasias". De ahí el título de esta entrada.
En la vida antigua de aldea y campo, recuerdo que cuando era niño en muchas casas se criaba algún cerdo. La matanza era un acontecimiento social al que acudían vecinos y familiares. Puede que esto suene a celebrar la muerte del animal, pero no era el caso, sino que se necesitan varias personas para llevarlo a cabo. Hoy en día esta costumbre se está perdiendo e incluso casi no se ven vacas ni ovejas en las huertas, algo frecuente anteriormente. Ahora se apuesta por la conveniencia de la carne empaquetada, las carnicerías y lo procesado. No culpo a nadie, ya que todos formamos parte de esta espiral en la que hemos pasado a una vida moderna con más trabajo fuera de casa y menos tiempo para las tareas domésticas.
Por suerte, aquí se siguen haciendo churrascadas, carnes a la brasa y visitas al monte para hincar el diente a estos manjares, sencillos y que a prácticamente todo el mundo gustan. Incluso se encuentran más o menos fácilmente en bares y restaurantes. El churrasco tampoco suele faltar en las cenas de amigos. Me alegra ver que algo tan tradicional y que, en conclusión, es paleolítico, siga siendo frecuente en la comarca.
¡Arriba el churrasco! ¡Arriba la carne a la brasa!
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