Los síntomas durante el experimento

Esta entrada está relacionada con la anterior. Si no la has leído, te recomiendo que la visites primero.

Después de mi experimento de 8 días sin hacer dieta paleolítica he observado lo que ocurría. Es verdad que no solo salí de la dieta, sino que además fui completamente al otro lado, a consumir todo tipo de alimentos y a descontrolar las cantidades a propósito. El corto periodo de tiempo del ensayo implicaba pasarse de la raya con mucho. Ya lo he dicho, pero insisto, no tengo alergias, intolerancias o cualquier otro problema de salud. Eso quiere decir que "no necesito" seguir una dieta específica. Entre lo que ha cambiado durante esos días he detectado los siguientes síntomas:

-Levantarse con la garganta y la nariz llena de mocos. Sí, es desagradable, pero cierto. Damos por hecho que es normal que esto ocurra en invierno, pero no lo debería ser tanto, y he de decir que llevaba 4 meses en un clima más frío (Londres, con respecto a Galicia), con lo cual la probabilidad de padecer este síntoma no tiene mucho sentido, aparte de la dieta. Hace unos años, cuando fumaba, era bastante frecuente que esto me ocurriese y después de dejarlo y comiendo bien (dieta occidental, no paleolítica aún) no me pasaba casi nunca. Pero "casi nunca" no es "nunca". Desde que empecé a comer paleo-style (op op) no recuerdo jamás haber tenido esta sensación. De hecho no he tomado ni una aspirina, aunque de eso ya hablaré en otro momento.

-Estornudos. Otro amigo invernal, ¿verdad? Pues no los he tenido hasta esos días. En el trabajo, desde que empezó el frío, todo el mundo me ha preguntado cómo hago para no enfermar. Una de las cosas que hago es no huir del frío. Estar todo el día con la calefacción a 22º cuando fuera hace 0º no es bueno para el cuerpo, ni para el sistema inmune, ni para la inflamación. Sí, siempre nos han hecho creer lo contrario. Otro tema más para futuras entradas del blog.

-Granos. Bendita pubertad... Han aparecido sobre todo por la zona de la barba. Ya casi se han ido. Menos mal.

-Visitas al baño. Perdón por lo escatológico, pero es necesario comentarlo. Nunca he tenido problemas de visitarlo ni de la frecuencia en que lo hacía pero estos días he comprobado algo que leí hace poco (no sé si en un blog, un foro o un libro, lo siento, no recuerdo la fuente). Decía algo así como que las personas gastamos demasiado papel higiénico. No aguantaríamos mucho tiempo en la naturaleza, a base de hojas de arbusto. Ahí lo dejo.

-Somnolencia post ingesta. ¡Coño que bien me ha quedado! Está también relacionado con esas maravillooooosas ganas de seguir comiendo cuando más lleno se está o conforme pasa el tiempo desde el último bocado. Creo que todos conocemos muy bien esta sensación aunque conozco personas que la manejan de forma natural (como debería ser). Mi hermano es una de esas personas. Depende en gran medida de como funciona la insulina y el almacenamiento y uso de nutrientes en el cuerpo. Lo explicaré mejor en una o varias entradas posteriores, porque el tema tiene mucha tela.

Si bien habría mucho más que matizar y explicar en cada punto, no quiero ser demasiado pesado. Pero sí me gustaría que revises cada punto y pienses si te ocurre lo mismo en tu día a día o no. Si estos síntomas han surgido a mis 29 años no quiero pensar qué ocurriría si tuviese 75 al hacer la prueba o, peor aún, qué ocurriría durante tantos años acumulando estos errores. Las dietas occidentales (me da igual la americana, inglesa, mediterránea o gallega) son muy inflamatorias. Todos estos síntomas no son más que un exceso de inflamación. El cuerpo está en un estado de "no puedo con la vida" y responde así, descontrolándose. La dieta paleolítica es antiinflamatoria por naturaleza. Olvídate del ibuprofeno, anda. Y la dieta gallega (al menos en mi lugar de origen) también lo es bastante. Si quitamos las empanadas (pecado mortal) y poco más, se parece bastante a una dieta paleolítica, con comida natural, mucho pescado y marisco y sin comida procesada sino cocinada a fuego lento. Con amor, darling.